Aprender no es una operación convencional. Aprendemos de nuestros padres, amigos y
compañeros, tanto como de nuestros profesores; sin embargo, la enseñanza es indispensable para
adquirir el caudal de conocimientos que exige nuestro mundo científico e industrializado. Nuestros
progresos sucesivos, desde la infancia, no son más que nuestras reacciones frente a los objetos que nos
rodean y los acontecimientos cotidianos. Los resultados positivos o negativos de estas reacciones se
inscriben en nuestro cerebro a través de un proceso de asociación. El cerebro humano posee una
capacidad de asimilación y memorización casi ilimitada. El aprendizaje del niño se realiza por etapas;
éxito juicio; fracaso juicio. Es decir, el niño emprende un acto y si tiene éxito, más tarde se forma un juicio
sobre ese acto. Igualmente, si su acción fracasa, esta situación irá seguida de la formación de un juicio en
él.
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